Por: Eduardo Sadot
Catedrático Derecho UNAM
Colaborador de Revista Divergencia
Dice un refrán chino que, «si un amigo se va, déjalo ir; si se fue, nunca fue tu amigo». En los últimos cuatro años, todos hemos vivido la separación de amigos de muchos años, compañeros de trabajo, compadres o comadres de toda la vida, amigos de infancia o juventud, matrimonios cuyas parejas solían salir juntas, parientes o vecinos acompañados a convivir a celebrar juntos las fechas emblemáticas -pretexto para estar juntos, para unir los corazones, disfrutar de la vida, acompañarse en los momentos más tristes o más difíciles- nunca hubo nada, durante muchos años, lo suficientemente fuerte que destruyera amistades, dividiera familias, rompiera con la armonía de los mexicanos, ni siquiera los famosos encuentros clásicos de futbol (América-Guadalajara o Pumas-Burros Blancos), nada, absolutamente nada, era tan fuerte como para enfrentar a mexicanos con mexicanos.