domingo, 26 de julio de 2020

¿QUIÉN ES EL CULPABLE?

Por: #MauricioVillanueva
Lic. Ciencias de la Comunicación #UNAM
Colaborador en #RevistaDivergencia
En las últimas semanas, la figura de Hugo #López-Gatell como vocero oficial de la pandemia se ha depreciado. Ha sido criticado por sus pronósticos, su poca insistencia en el uso del cubrebocas y, también, por enunciar una serie de condiciones estructurales que han influenciado las acciones del gobierno federal, lo cual muchos <<críticos>> han interpretado como una cobarde evasión de su responsabilidad frente al <<inminente fracaso>> de la estrategia federal.
Sin embargo, ha de ser bastante frustrante presentarse todos los días, con estadística en mano y una sobresaliente paciencia, frente a una comparsa de periodistas que interpreta a modo o, peor aún, con una #agenda política la información expuesta. Lo más grave es que, dada la elocuencia del personaje, apenas el primer desliz expresivo o del lenguaje es suficiente para amedrentar contra él y el proyecto que, voluntariamente o no, representa.
Es irónico, por otra parte, que ante la exposición de temas tan amplios como la cuestión #laboral, la mala alimentación o la implementación de un semáforo que permita una resolución específica y local del problema de reapertura, las redes digitales se llenen de análisis reduccionistas que desembocan en el mismo mar: el fracaso del gobierno sí o sí.
Cuando el #Subsecretario de Salud señaló que los problemas de obesidad y mala alimentación (de considerable influencia en las complicaciones por coronavirus) se debían en parte a la mala regulación de la industria alimenticia mexicana, se le fueron encima. En un fin de semana, los opinólogos defendieron férreamente a la Coca-Cola y el Gansito como patrimonio nacional. Les resultó inadmisible la reflexión gatelliana, como si de huir del problema se tratara y no de reconocerlo.
Con la implementación del #semáforo pasó algo similar. Se estableció esa medida en respuesta a los sectores económicos vulnerables, dependientes del trabajo día a día y para quienes un parón de apenas dos semanas significó una crisis. En México, según el #INEGI, el sector informal representa alrededor del 55% de la población trabajadora; y es que los trabajos formales tampoco son sinónimo de calidad de vida, pues la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reconoció que #México se encuentra en el sótano salarial entre los países que la integran, esto como resultado de un proceso económico de décadas. Pero tal situación tampoco se quiso entender y el semáforo se redujo a una expresión más de la incompetencia gubernamental.
También están los ciudadanos. Desde que se inició la Jornada Nacional de Sana Distancia (para algunos muy tarde, y luego para los mismos muy larga) el #gobierno apeló al sentido social de las personas, el cual no está muy afinado en nuestro país, y no se instauró un toque de queda, sino un confinamiento voluntario. Se animó a la población a corresponsabilizarse los unos con los otros, a ser solidarios y cuidarse entre todos. Esto, en determinados sectores de la sociedad, no surtió un efecto total.
Algunos, entonces, comenzaron a idolatrar las medidas punitivas del gobernador de Jalisco, #Enrique Alfaro, e incluso lo tomaron como ejemplo de líder, apuntalando la añoranza de aquellos gobiernos autoritarios y represivos que otrora ordenaban a la sociedad a costa de macanazos. Con esta visión, la opinión pública condenó a quienes, por necesidad, salían a trabajar y los etiquetó de irresponsables.
No tardaron en quejarse también del encierro #voluntario, en criticar que <<unos sí>> podían salir y otros no. La dimensión del problema económico y social, las verdaderas razones de que <<unos sí>> salieran no fueron entendidas. Y cuando comenzó la reapertura con el semáforo naranja, circuló un popular mensaje: <<ponen un semáforo en un país donde los conductores ven verde cuando hay amarillo>> como síntesis de la pobreza cívica de nuestra #nación.
No terminó ahí. Siguieron las mega fiestas #clandestinas, paseos y reuniones innecesarias (y sin la protección adecuada). La cereza en el pastel fueron las largas filas en Parque Delta y otras plazas de la ciudad apenas abrieron: reflejo fiel de la sociedad de consumo, individualista y dependiente de los objetos para sentirse parte de la dinámica global de aparente élite.
De todo esto, también culparon a Hugo López-Gatell.
Es verdad que el ejemplo de López-Gatell y del presidente López #Obrador con el uso del cubrebocas ha sido poco ideal, en tanto que como funcionarios públicos son un ejemplo. Pero también es cierto que el gobierno bien ubica los problemas evidenciados por el #coronavirus: una estructura económica que durante décadas acorraló a la mayoría, dejándolos en la vulnerabilidad económica que hoy los pone en riesgo (por necesidad o por ignorancia), y ha actuado con base en eso.
En la medida que los sistemas de #salud no sean rebasados (como hasta hoy) es prudente continuar el trabajo de prevención con conciencia social y una visión transversal de los problemas nacionales. Por tanto, no es irresponsable, más bien es sano que López-Gatell traiga a la discusión esa clase de temas. Por otro lado, señalarlo como el único responsable de los infortunios de la pandemia es absurdo. Los problemas son mucho más que blanco o negro, y su #análisis, por ende, demanda ser amplio.

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