Por: Raúl Mejía
Lic. En Derecho
Colaborador de Revista Divergencia
Todos a lo largo de nuestra vida hemos experimentado coincidencias al punto de pensar que las cosas encajaron mágicamente o incluso imaginar que provienen de nuestro destino. Seguramente te ha pasado, que estás pensando en alguien que hace mucho no ves y justamente en ese instante suena el teléfono y llama esa persona para saludarte o a invitarte a tomar algo, o puede ser que todo el día estuviste pensando en no llegar tarde a una reunión y justamente ese día te pasó de todo y terminaste llegando tarde, y así podríamos hablar de miles de ejemplos donde las cosas pareciera que encajan mágicamente.
Sin embargo, el psicólogo Carl Jung observó casualidades en hechos altamente improbables y la expresión de dicho fenómeno merecían ser estudiado con rigurosidad.
¿Pero cómo inicia la idea de la Sincronicidad?
Una tarde Jung se encontraba en sesión de psicoterapia y su paciente estaba contándole sobre un sueño que había tenido con un escarabajo, mientras narraba su sueño, se escuchó un golpe en la ventana, Jung decide abrirla y justo en ese instante entra un escarabajo por la ventana, cosa que resulto bastante sugestivo para ambos. Desde ese día Jung empezó aceptar posibilidades de efectos o de situaciones irracionales porque por más que intento dar una respuesta racional, no lo logro.
Por si fuera poco, Jung recordó un sueño sombrío que tenía cuando era joven, en el cual veía a Europa ensangrentada, para que años después estallara la primera guerra mundial, donde observo su sueño convertido en realidad. Nuevamente, no logro darle explicación.
Así que, Jung acuñó el término sincronicidad, y lo explica como aquel fenómeno en el cual una experiencia psicológica acontece con un evento físico en el mundo externó y que comparten un significado semejante o tienen una relación en común, es decir, nuestro pensamiento es el que está generando este efecto en el mundo exterior. Incluso plantea que, estos fenómenos no se producen con base en la casualidad, sino por un principio de causalidad que requiere espacio, tiempo y sobre todo de la materialidad entre la causa y efecto.
En conclusión, reconozcamos que el azar existe, incluso que las coincidencias existen, pero también reconozcamos la existencia de fenómenos pocos probables que tienen un significado relevante para la vida de las personas, y Jung lo nombro «Sincronicidad».
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