viernes, 17 de abril de 2020

DILES QUE NO ME MATEN

Est. Ciencias de la Comunicación #UNAM.
Director de Medios en #RevistaDivergencia

Juvencio Nava vivió prófugo de la #justicia en sus mocedades. Después de matar a su compadre, don Lupe Terreros, por negarle alimento para sus animales, huyó de su juicio hasta que fue imposible mantener el ritmo. No obstante todo el oprobio padecido esos años, las #autoridades no titubearon para darle el tiro de gracia por su añeja atrocidad. «Diles que no me maten», plañó Juvencio antes de perder la vida que le quedaba.

En la época reciente, los #directivos del fútbol mexicano han debilitado a lo sumo la Liga de Ascenso MX. La causa de su baja calidad futbolística se ha tratado como un tema de forma y no de fondo, por lo que se ha insistido a los equipos en mejorar sus estadios e instalaciones «en pro del desarrollo #deportivo» para disfrazar su intención de perfeccionar la rentabilidad del negocio.

Tienen el deseo, incluso, de #desaparecer el sistema de ascenso y descenso en la Liga MX mientras los clubes (con un ingreso bastante menor al de los equipos de primera) renuevan su infraestructura para adquirir el derecho a jugar en la primera división, ya que, aunque un equipo gane el ascenso por sus méritos deportivos, si no cuenta con un estadio lo suficientemente grande, no tiene derecho a ascender.

Las acciones de las autoridades del fútbol en últimos días contradicen, aún más, el discurso del desarrollo deportivo en los clubes de baja gama. Debido a la incertidumbre provocada por el #coronavirus en la continuidad del fútbol en el país, los dueños de los equipos de la Liga MX y del Ascenso MX, decidieron terminar el torneo del Ascenso bajo la premisa de que no tienen nada que perder.

El coronavirus fue la ocasión perfecta para acabar de #matar un sistema deportivo vejado, que es más negocio que deporte. Desde 2012, varios equipos de la Liga MX con riesgo de descenso se perpetuaron pagando una cuota o comprando una franquicia, como lo hizo el insostenible Veracruz del 2019, que apenas y sobrevivió seis meses. Desde 2016, se redujo el número de participantes de 18 a 12 en el Ascenso MX, con su inherente reducción en ingresos por transmisión de televisión y venta de boletos en las escuadras.

En estos días, muchos clubes llamaron -y llamarán- a sus jugadores para finiquitar sus contratos. De un día para otro, al menos 276 futbolistas se quedaron sin #trabajo, eso sin contar a quienes económicamente depende de estos eventos, cuya derrama económica de por sí es magra a comparación a la primera división.

Se sospecha que también es una jugada para #proteger a equipos económicamente poderosos con problemas deportivos que los han acercado al fantasma del descenso. Un descenso, naturalmente, representa una pérdida de valor importante para el club, pero también una fuga de ingresos para la Liga.

Enrique Bonilla, presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, y compañía le dieron el tiro de gracia al Ascenso MX. Ahora, sin el #miedo a perder o ganar la categoría, la mediocridad reinará y el crecimiento se limitará todavía más. Pero el negocio, los ingresos de los que importan, se mantendrá.

Después de una década llena de oprobio y #desprestigio, el Ascenso MX -cuya única culpa está en la misma falta de apoyo de la Federación-, sus jugadores y demás afectados, adoptan la vida y plegaria con la que Juan Rulfo titula el drama de Juvencio Nava: «diles que no me maten».

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