Por: #MauricioVillanueva
Colaborador de #RevistaDivergencia
El ángulo en picada que captura la plancha del #Zócalo define la ignominia al verdadero manifestante: un grupo pequeño, de apenas unos cientos de personas (con mucha suerte un par de miles), se acomoda en la plancha a plenitud. Sus miembros no escatiman en espacio para sus #casasdecampaña, que esperan sí ser habitadas esa noche, pues tienen de sobra y hasta para mantener la sana distancia.
La pregunta necesaria frente a tan insignificante ocupación del cuadro principal de la Ciudad no debe conducirse con el por qué, sino con el cómo. ¿Cómo se logra una protesta social que pretende ser relevante cuando sus miembros carecen no solo de la técnica o el callo necesario para sortear las inclemencias que salen del control del manifestante (el clima, el asedio mediático, la fatiga), sino de la indispensable convicción para sostener un plantón, en primera instancia, con personas?
Solicitar voluntarios #manifestantes en los cruceros de Reforma, plantar casas de campaña con la idea de que su sola presencia demostrará una suerte de fuerza social, o vender la idea de que hay millones de hombres y mujeres entregados con vehemencia al movimiento radical de las alienadas clases medias solo destaca el esperpento de #oposición existente en nuestro país: sin nada nuevo por ofrecer, sin un líder serio ni una visión clara de lo que se quiere (la dimisión del presidente sin un proyecto alternativo no es un objetivo).
En el caso del grupo #Frenaaa, que ha sido el organismo de <<oposición>> protagonista en los últimos días, esa insipiencia se asoma en el vacío de sus discursos, en su dejo de superioridad por ser <<empleadores>> del presidente (lo cual, sólo exhibe su falta de conocimiento sobre el funcionamiento del Estado). También se ve en su falta de fundamentos ideológicos para diferenciar el #socialismo del #comunismo y ambos del denominado #mozismo, o en las falacias que su presunto líder, Gilberto #Lozano, esgrimió para defender su protesta sin gente.
Todo esto solo los exhibe a ellos y a su corta apreciación de la realidad social, cuyo clímax es el intento de plantón con #tiendasdecampaña inhabitadas, el cual, además, los aleja de ser vistos con seriedad.
Primero fueron en carros, saliéndose, de alguna forma, de la comodidad de criticar en la red, donde se hicieron eco entre ellos mismos pensándose como millones y no como lo que son: una minoría; procedieron a las marchas a pie, y las casas de campaña vacías hablaron por sí solas; su arribo al Zócalo, el cual tuvo de por medio un legítimo reclamo a su derecho de ocupar el espacio público, no ha sido menos bochornoso que sus eventos anteriores y, me atrevo a decir, futuros en el corto plazo.
Las exoticidades de sus manifestaciones son entendibles. Es claro que quienes hoy marchan nunca fueron oposición, y aunque los mueve un férreo desprecio hacia el habitante de Palacio Nacional, parecen no entender la necesidad de crear un proyecto político firme, con convicciones y objetivos que vaya más allá de la reacción #clasista y congregue a los #disidentes del régimen actual (no solo a los más radicales, a los <<anticomunistas>>).
Si Frenaaa aspira a cambiar algo en el statu quo obradorista –y a que se hable de ellos con seriedad y no desde el lente de lo ridículo- debe tomarse en serio su papel de potencial contrapeso político cambiando las arengas simplonas por discursos sólidos que representen el sentir de una sociedad vejada por años de malos gobiernos y de la que una buena parte está decepcionada del nuevo paradigma gubernamental. Para algo así les falta caminar mucho, mucho más.
¿Cómo puede un grupo social sin precedentes de manifestación protestar con relevancia? Acercándose a la realidad social de quienes pretende representar; cultivando su fuerza en ese elemento indispensable para la manifestación social que no llegará con un proyecto tan blandengue, binario y reaccionario como el hoy presentado: las personas. Quizá por ese camino no necesitará pararse frente a los autos en Reforma a solicitar manifestantes.
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