Por #MauricioVillanueva
Est. en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la UNAM
Colaborador de #RevistaDivergencia
¿Cómo pensamos la #Revolución Mexicana? En la educación básica se enseña como un #levantamiento armado contra el #régimen <<dictatorial>> de #PorfirioDíaz que inició el #20denoviembre de 1910 y cuya conclusión se debate entre el triunfo constituyente de 1917 o la elección de Plutarco #ElíasCalles en 1924. Fue un proceso que destacó como una luz en medio de las tinieblas de la historia #política mexicana, al grado de ser una gloria equiparable con la independencia nacional. Sin embargo, la Revolución Mexicana no fue sólo una insurrección que quitó a Díaz del poder. Fue un eslabón que atrajo las enseñanzas del pasado para crear una nueva maquinaria institucional fundada -a través de varios años- en los valores #socialistas #revolucionarios que no mucho después encontraron su contradicción.
A pesar de considerarlos como episodios irreconciliables, la Revolución retomó del Porfiriato la figura de un presidente fuerte y de poder #centralizado, que dotó a la nación de estabilidad, carácter que hasta antes de Díaz nuestro país no conoció con plenitud. La #Constitución de 1917 plasmó este principio legal. A partir de ahí, quienes ejercieron la presidencia lo hicieron con una considerable tranquilidad. Tal capacidad alcanzó, además, para que el Poder Legislativo y el Poder Judicial no representaran un contrapeso de riesgo para el titular del #Ejecutivo.
Con la fundación del #PartidoNacionalRevolucionario (PNR), en 1929, la insurrección ideológica continuó. Desde 1911, los valores socialistas permeaban en todo el país, pero el poder institucional era todavía insuficiente para mitigar a los #caciques y hombres fuertes que dominaban sus territorios de forma autónoma. Así, Plutarco Elías Calles, segundo presidente posrevolucionario (1924-1928), creó el PNR para congregar a las diversas facciones revolucionarias (lo que se conoció como la <<familia revolucionaria>>) en un proyecto nacional único. Este órgano dotó de unidad al anhelo de la Revolución y comenzó con una larga tradición de disciplina y hegemonía partidista que fue parte de la cultura política mexicana del siglo XX.
En 1938, el general #LázaroCárdenas del Río renombró al organismo como Partido de la Revolución Mexicana (#PRM). En ese momento, el peso de la institución ya era suficiente para ejercer el poder de manera casi absoluta en todo el territorio y alinear a los disidentes. Pese a este absolutismo, las reivindicaciones revolucionarias estaban aún muy latentes en el ejercicio político; no por nada el período cardenista es recordado como un gobierno popular y social.
La materialización de la Revolución con organismos cada vez más fuertes propició paulatinamente un fenómeno que el filósofo Enrique Dussel denominó <<#Fetichización del poder>>: cuando los políticos desconocen a la fuente real de su poder (el pueblo), al mismo tiempo que el pueblo olvida que el poder radica en sí mismo y no en algo/alguien más. En México, el partido se erigió como órgano omnipotente, como instrumento único para poner y quitar gobernantes y como la presunta fuente del poder presidencial.
Meses antes de que #MiguelAlemán llegara a la presidencia en 1946, el PRM se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (#PRI). Y fue a partir del alemanismo que la corrupción, la desvinculación con el pueblo y el retorno a un sistema abiertamente (casi) dictatorial se consumó a través del partido. El sistema se anquilosó, olvidó sus bases sociales y a la Revolución como su esencia.
Así, la Revolución Mexicana fue realmente un largo proceso que se enfrentó con el reto de reorganizar un país de pasado convulso y fundó una estructura que equilibró la reivindicación social con el orden institucional. ¿Cuándo terminó, entonces, este movimiento? Cuando se #institucionalizó por completo. Porque la proposición de una revolución institucionalizada es una contradicción lógica: si se es revolución, no se puede ser institución; si se es institución, no se puede ser revolución. Esta Revolución Institucional, negación inevitable de las bases populares y fetichización expresa del poder, es el oxímoron por excelencia en la historia del sistema político nacional y el fin de la Revolución.
Nota: el #oxímoron es una figura retórica que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado opuesto.
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