miércoles, 7 de julio de 2021

¿QUIÉN ES QUIÉN?

Est. De Ciencias de la Comunicación #UNAM
Director de Medios #RevistaDivergencia


La semana pasada, el presidente de México agregó a su palestra matutina una nueva sección: <<Quién es quién de las mentiras de la semana>>. El espacio pretende exponer notas, columnas y otras expresiones periodísticas, así como a sus autores, cuyos contenidos califiquen como <<fake news>> de acuerdo con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Los diferentes puntos para analizar respecto al periodismo mexicano deben desglosarse de este hecho antes de evaluarlo como un <<servicio de información al pueblo>> o un <<atentado contra la libertad de expresión>>.
 

En primer lugar, es necesario cuestionar la forma de consumir el periodismo mexicano, la cual influye en su forma de producirse. Las redes sociodigitales son evidencia de que las audiencias muchas veces no pueden (o no quieren) distinguir entre una columna de opinión y una nota informativa. Trascienden encabezados polémicos que utilizan la información a conveniencia, o a favor de una postura política, para atraer a los consumidores digitales, quienes, poniendo la ideología por delante, replican links sin leer, sin analizar, sin entender más allá de lo que sus dogmas y los ecos que de ellos hacen sus medios de comunicación favoritos les dicen.

A esto se suma que la dinámica digital ha generado espacios más democráticos para la discusión, publicación y difusión de ideas de personas que, por razones políticas o de calidad en su trabajo, no caben en los medios tradicionales. No obstante, estos contenidos no necesariamente han sido mejores; de hecho, han erigido a personajes que dan explicaciones simples para los problemas medulares de la sociedad actual. Los habitantes de internet los replican porque <<están de acuerdo>>, aunque al mismo tiempo limitan su propia capacidad de análisis e inherentemente desprecian el trabajo de periodistas que investigan y rastrean a profundidad las causas reales de los problemas, las cuales exigen más que 280 caracteres para ser entendidas.

La depreciación al género de la opinión en México (y del periodismo con rigor en general) es en parte consecuencia de lo que consumen las audiencias, ya que, ya no se necesitan analistas o expertos de verdad, sólo plumas habilidosas que apelen a los sentimientos de la gente y utilicen una parte de la información para explicar lo que se quiere y no lo que en verdad es. Esto pasa tanto con aquellos que se dicen próceres de la transformación del país y no cuestionan los yerros del gobierno actual, como con aquellos que creen que incomodar al habitante de Palacio Nacional con ideologías opuestas es hacer buen periodismo. El único mérito de ambos tipos de <<periodistas>> muchas veces solo es estar en la esquina contraria del ring ideológico.

Por otro lado, pensar que los medios no actúan con fines de lucro, o de acuerdo con posiciones políticas, también es ingenuo. Los medios de comunicación son empresas que persiguen intereses, por eso se debe remarcar el problema de que incluso espacios <<democráticos>> como internet no han podido liberarse de las dinámicas tradicionales de búsqueda de intereses. No es incorrecto que un periódico tenga una línea ideológica, pero no podría considerarse ético que para satisfacer sus aspiraciones de poder utilicen la información a conveniencia y desinformen a la sociedad. Y esto, sucede una vez más con los medios afines a la 4T y con los cercanos a la oposición.

Desafortunadamente, la desinformación o el mal uso de la información se ha vuelto una forma de hacer periodismo, polémica y de posicionarse mediáticamente en México. Por ello, que ahora el presidente quiera exhibir las <<fake news>> no es una idea injustificada. Pero que dicho ejercicio se haga desde el poder tampoco es lo mejor para la gente, pues esto solo podría apuntalar la idea de que un <<buen periodismo>> y una persona <<bien informada>> se define ideológicamente y no con un pensamiento crítico: los que aplauden por aplaudir contra los que critican por criticar; los <<perseguidos políticos>> que salen en el <<Quién es quién>> contra los que están <<con el pueblo>> y hacen propaganda en lugar de periodismo.

Al final, el ejercicio no atenta contra la libertad de expresión de nadie, pero tampoco abona a una sociedad mejor informada. No incentiva al análisis, ni a un pensamiento dialógico, solo a posicionarse en una lucha de férreas ideologías disfrazadas de información que, por cierto, ya estaba ahí.



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