martes, 11 de octubre de 2022

SOLO MEXICANOS MUJERES Y HOMBRES QUE AMAN A MÉXICO

Por: Eduardo Sadot
Catedrático Derecho UNAM
Colaborador de Revista Divergencia

Dice un refrán chino que, «si un amigo se va, déjalo ir; si se fue, nunca fue tu amigo». En los últimos cuatro años, todos hemos vivido la separación de amigos de muchos años, compañeros de trabajo, compadres o comadres de toda la vida, amigos de infancia o juventud, matrimonios cuyas parejas solían salir juntas, parientes o vecinos acompañados a convivir a celebrar juntos las fechas emblemáticas -pretexto para estar juntos, para unir los corazones, disfrutar de la vida, acompañarse en los momentos más tristes o más difíciles- nunca hubo nada, durante muchos años, lo suficientemente fuerte que destruyera amistades, dividiera familias, rompiera con la armonía de los mexicanos, ni siquiera los famosos encuentros clásicos de futbol (América-Guadalajara o Pumas-Burros Blancos), nada, absolutamente nada, era tan fuerte como para enfrentar a mexicanos con mexicanos.

Nadie había logrado sembrar el odio suficiente para dividir a los mexicanos, eso solo lo vimos en el pueblo alemán envenenado con el odio que impuso a su propio pueblo, Joseph Goebbels, el artífice y genio negro de la propaganda nazi.

¿Qué le ha sucedido a mi pueblo mexicano? ¿Qué le ha sucedido a mi patria bondadosa? De qué se han contaminado para eludir la responsabilidad de ser tolerantes. Dónde quedó ese entusiasmo y orgullo de ser mexicanos, de pertenecer a una misma patria o a reconocernos y conocernos en las mismas raíces, a sentirnos orgullosos de nuestro pasado -el distante y el reciente-. Quién fue capaz de enfrentar a padre contra hijos, a abuelos contra nietos, a esposos contra esposas, solo para alcanzar el efímero poder que otorga un voto.

Hasta cuándo los mexicanos vamos a reconciliarnos entre nosotros, hasta cuándo vamos a seguir ciegamente los designios de quienes disfrutan, se enriquecen y se empoderan sembrando y explotando el odio entre los mexicanos.

Por qué somos incapaces de defender la unidad de México, por qué nos resistimos a aceptar que lo que nos ha desunido no es suficientemente fuerte para romper ese discurso y reconciliarnos, cuando siempre supimos que la unión hace la fuerza, pero la fuerza para luchar unidos no para asesinarnos entre nosotros.

Acaso hemos reflexionado sobre nosotros mismos y cómo nos vemos desde fuera; siguiendo como borregos los intereses de gente que ni siquiera nos conoce. Cómo es posible que el fanatismo haya penetrado hasta las entrañas mismas de los mexicanos, quién envenenó impunemente nuestras vidas y no queremos admitirlo.

El futuro inmediato nos necesita unidos, los retos del horizonte cercano solo se pueden superar con todos los mexicanos juntos. Es que no podemos darnos cuenta que pelear entre nosotros solo beneficia los intereses abyectos, mezquinos e insaciables de los políticos enfermos de poder, sin que valoremos nuestra propia sangre, quién comienza en lo individual la reconstrucción de la unidad nacional rota y atacada cada mañana.


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