Por: #MauricioVillanueva
Est. en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la #UNAM.
Est. en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la FCPyS de la #UNAM.
Una de las más fuertes consecuencias del #COVID-19 a nivel mundial es la manifestación del periodo crítico que atraviesa el modo de producción #capitalista y su vulnerabilidad frente a situaciones extraordinarias. Con ello, se ha hecho más evidente la fragilidad en la que vive la clase trabajadora y, por ende, la necesidad imperiosa de erradicar los vicios del sistema.
El capitalismo ha acorralado a los trabajadores en esquemas de #subcontratación, sin seguro social, pensión digna ni estabilidad laboral. Los grandes empresarios se han beneficiado de esta precariedad en condiciones normales, han orillado a muchos a recurrir al empleo informal, y ahora, en medio de la #pandemia, solamente han evidenciado las desigualdades generadas por su sistema al prescindir de muchos empleos.
Son estos mismos empresarios, pregoneros del libre mercado y la autorregulación, quienes hoy exigen la intervención del #Estado para rescatar sus riquezas y las ínfimas condiciones de producción en las que mantienen a los trabajadores. Con ello, irónicamente, expresan la debilidad de su sistema y la importancia del trabajo como la verdadera productora de la riqueza.
Estas desavenencias, cada vez más agudas, han tenido una reacción en la sociedad: los triunfos de proyectos políticos menos globalizados, con tendencias nacionalistas y proteccionistas, con el Estado influyendo en la economía, han interrumpido la agenda mundial en el último lustro, siendo una clara muestra del advenimiento de un nuevo paradigma económico a escala global. La demanda a acabar con las #desigualdades es evidente.
Pero hablar del #coronavirus como la forma ideal para terminar con el capitalismo es una utopía. El fin del modo de producción bajo el que nos regimos, de acuerdo al ideal marxista, demanda una acción humana: el proletariado unido contra los dueños de los medios de producción, lo cual hoy no existe, pues el alto a la producción es causa de un virus, no consecuencia de alguna comanda #revolucionaria.
Finiquitar el capitalismo, en este momento de la historia, sería un suicidio colectivo. Abolirlo con un virus no sería sólo irreal, sino fatídico, pues dejaría a la población en una condición excepcional de barbarie y permitiría el levantamiento de estados tiránicos para implantar el orden. Por eso la alternativa no es cambiar de modo de #producción, sino dignificar las condiciones laborales de los obreros mediante la acción política.
El coronavirus sí será, probablemente, piedra del ángulo para nuevas estructuras económicas en el mundo #post-pandemia. Habrán de formularse dinámicas Estado-mercado mucho más sanas para la población, ya demandas desde hace unos años, sin permitir que los gobiernos nacionalistas se conviertan en las nuevas taras #político-económicas del mundo, pero no es el fin del capitalismo.
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