miércoles, 24 de agosto de 2022

LA MUERTE DE IVAN ILICH

Por: Renata Rosales
Lic. En Lengua y literatura hispánicas, UNAM
Colaboradora de Revista Divergencia



Dentro de las vicisitudes de la vida, una de ellas es encontrar el sentido de la misma. El ser humano ha buscado a lo largo de su existencia el arte del bien vivir por ello cada año hay cantidad de coachings, cursos, talleres, etcétera, referentes al tema.

La vida es esta parte que nos enfrenta a un hecho: como entes con supremacía en el suelo que pisamos, puesto que somos una especie que usa su pensamiento para diversos fines (no solo los asociados a la supervivencia entre ellos está, por ejemplo, el lucro y uso de su misma especie) puesto que vamos más allá de los fines de la cadena alimenticia; el ser humano llega a usar su pensamiento para unir su parte sensible y racional para plasmar un mundo creando una experiencia sensible a otro como él, la literatura es muestra clara de ello.

El realismo psicológico ruso es una corriente literaria que ahonda en diversos aspectos de la vida, entre ellos este sentido de la existencia humana, los cuales implican una dicotomía en la vida del ser humano, dicotomía expresada por un caleidoscopio a la par de colorido desconcertante, dentro de él hay: posesiones, éxito, cambios, pérdidas, creación, fe, esperanza, desaliento, libertad, represión, opresión, risas, lágrimas, dolor, sufrimiento, vida y muerte, etc., este caleidoscopio el cual es refractado por una luz única e innegable en este zoo humano (si se me permite el término) llamada: libre arbitrio.

Existen innumerables obras literarias en las cuales la paradoja humana ha sido plasmada, descrita y vivida, tanto Segismundo como Hamlet reflejan la constante contradicción humana: Ser o no ser (Hamlet de William Shakespeare); o bien: el hombre que vive sueña lo es hasta dispertar (La vida es sueño de Calderón de la Barca).

Así, en la muerte de Iván Ilich Dostoievsky muestra la paradoja de la existencia, este ser o no ser, este despertar en un hombre que ha vivido soñando.

Ilich de campiña, de lenguaje sencillo, de vida plena en el campo de su infancia; Ilich crece, su ámbito de ser se extiende más allá de los límites y espacios que rodeaban a ese dulce niño.

Ilich pasa de la campiña a la ciudad, del campo a la sofisticación y a los usos y costumbres de la vida citadina, estilo de vida que será expresado o tendrá eje en el papel de abogacía que nuestro personaje lleva a cabo, eje que lo llevará a la cúspide máxima a lo cual todo abogado desea llegar.

Es en este mundo en el cual la ley es la tabula rasa, donde Ilich descubrirá que a la par del progreso la paradoja humana empieza a entintarse, ¿son sus relaciones personales las esperadas?, ¿es este su destino soñado?, ¿es la vida este momento o era aquel donde se sentía él mismo?, ¿él ha sabido vivir?, ¿ha elegido realmente su vida?¿Este don que no tiene ningún pez, ni ave (parafraseando a Calderón de la Barca veáse, Calderón de la Barca: La vida es sueño: Jornada primera. Parte II (lainsignia.org) él lo ha usado realmente?

Sin duda la lectura de esta gran obra no solo apareja lo fértil que es la existencia humana sino también que vivir es un arte en el que la dicotomía parece ser no solo equidistante sino a la par de paralela a la ya expresada en el ser o no ser de Shakespeare o en el hombre que vive sueña lo que es hasta dispertar de Calderón de la Barca.

Un libro enriquecedor y sabio para todo aquel que se anime a leerlo.

Hazlo es una excelente obra.






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