lunes, 25 de enero de 2021

CUALQUIERA PUEDE REPORTEAR

#Est. Ciencias de la Comunicación #UNAM
Director de medios #RevistaDivergencia

Hace unos días se celebró en México el día del #periodista, una de las profesiones más precarias en cuestión salarial y una de las más riesgosas para ejercerse, pues en los últimas dos décadas se han asesinado a 131 periodistas en nuestro país (de 2000 a 2019). Sin embargo, el periodismo también es una de las #vocaciones más distorsionadas por la dinámica virtual y colectiva en la que habitamos y construimos nuestra realidad actualmente.

Cuando los #Smartphones se volvieron más una necesidad que un lujo, surgió una tendencia que se conoció como el «periodismo ciudadano». Este término supuso la capacidad de cualquier individuo para ser una #fuente de información periodística al presenciar un hecho en el momento, grabarlo con su celular y difundirlo en los espacios públicos digitales. Esto cambió la #visión tradicional de que solo ciertos personajes, profesionales, podían ser capaces de informar a la sociedad. 

Este «periodismo ciudadano», asociado en su momento con la #independencia o el activismo social, inundó las redes y fue muy útil para la expresión orgánica de movimientos que no tuvieron la #cobertura mediática que ameritaba en los medios tradicionales. Particularmente podemos hablar de los movimientos sociales de los años 2010 (la primavera árabe o el #YoSoy132 en México) y las plataformas de YouTube, Twitter o Facebook.

No obstante, con el paso de los años, estos #espacios virtuales se convirtieron en videotecas con contenidos muy diversos y no necesariamente periodísticos. El deseo por obtener la reacción o el «like» se convirtió en el principal incentivo para la #publicación de contenido «informativo», pervirtiendo de esta forma la seriedad de las fuentes ciudadanas mediante la inclusión de juicios de valor, provocaciones o expresiones amarillistas con el único fin de generar interacción y posicionarse en la red. 

Así se creó y destruyó la idea de que cualquier #ciudadano que se encontrara en el momento ideal y tuviera una conexión a internet podría pasar a formar parte de las filas del «periodismo ciudadano». En otras palabras, se pensaba que todos teníamos la capacidad de ser #agentes informadores de la sociedad, y aunque no creo que fuera una imposibilidad, esta oportunidad se perdió por la falta de rigor para dar una explicación suficiente de la realidad y que así los usuarios pudieran formar su propio criterio. Con ello se demostró la #necesidad de periodistas preparados: personas con rigor, método y ética periodística. 

Dicha tendencia -que universalizó (y demeritó) de alguna forma la visión del periodista como un traje que todos nos podíamos poner en algún momento- ha pasado factura en los #periodistas profesionales. Hoy, quien se prepara para periodista debe ser multifacético: el mercado demanda más habilidades que los califiquen como creadores de contenido y ya no sólo como reporteros, porque se lucha a diario contra «influencers», #figuras consagradas o miembros de la sociedad civil que hacen su propia interpretación de la realidad y su única autorización para informar es el triunfo en la inmediatez y la viralidad. 

El #periodista enfrenta los retos de siempre: la #precariedad laboral y la inseguridad, a los que hoy se agrega el coyuntural problema de contagiarse de COVID19. A estos cabe añadir el desafío de posicionarse en espacios que privilegian #contenidos basura de personajes con delirios de informadores sociales, productos de una idea degenerada del «periodismo ciudadano», con la que han pensado que cualquiera puede reportear por el hecho de tener una voz y un lugar en la red. No hay mejor manera de #conmemorar a la profesión que valorando el trabajo de los buenos periodistas, aquellos quienes luchan en honor a una explicación plural de los sucesos que configuran nuestra #realidad.


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