miércoles, 8 de septiembre de 2021

UNA CULTURA PELIGROSA

Por: #MauricioVillanueva
Est. De Ciencias de la Comunicación #UNAM
Director de Medios de #RevistaDivergencia
Twitter: @mau_30v


El 30 de agosto de 2021, las escuelas de educación básica en México retomaron sus actividades presenciales tras más de 500 días de trabajo a distancia. La prensa y los medios digitales se llenaron con imágenes de una nueva realidad: niños afuera de sus escuelas con cubrebocas, algunos con careta también, prestos para la reconquista de ese espacio fundamental para la infancia que es el aula escolar, no sin antes tomarles su temperatura y ponerles gel antibacterial en las manos.


La decisión del regreso no fue poco polémica, pero significó, probablemente, la consolidación del momento social e histórico que vivimos desde hace varios meses, estamos aprendiendo a coexistir con el coronavirus. Esta condición ha obligado a generar una nueva cultura; la cultura de la pandemia. Sin embargo, la nueva forma de vida no camina por el rumbo más certero si lo que se busca es mitigar los contagios al máximo.

Durante este agosto, la revista científica norteamericana <<Science>> publicó un estudio que avaló a los aerosoles (o sea, el aire que sale de nosotros al respirar o exhalar) como la principal vía de contagio del nuevo coronavirus. No es la primera vez que esta teoría suena entre la comunidad científica.

Conforme ha avanzado la pandemia, éste medio de contagio se ha posicionado como el de mayor incidencia, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no dejó de insistir por un buen tiempo en que las gotículas de saliva eran igual o más contagiosas.

Pero, ¿qué significa la confirmación sobre los aerosoles? Como se ha hecho desde el inicio de la pandemia por la escaza información, la limpieza exagerada de superficies y el uso del gel antibacterial no son las herramientas más efectivas para mitigar el virus. Peor todavía; ninguna de las medidas verdaderamente útiles ha sido tan mediatizada como debería para hacer consciente a la sociedad de su necesaria aplicación.

Una alta exposición (estando muy cerca) a los aerosoles de un contagiado es igual de peligrosa que una ligera exposición durante un tiempo prolongado (gente separada en espacios cerrados por varias horas). Por esto, el uso de cubrebocas, el mantenimiento de sana distancia, y una ventilación adecuada para la dispersión del aire (y de los aerosoles) es fundamental.

Desafortunadamente, no ha habido una promoción seria y mediática del uso de cubrebocas o la ventilación de espacios por parte del gobierno federal. Aunque la campaña de Susana Distancia tuvo éxito en impregnar esa idea en la sociedad, la medida del cubrebocas ha sido despreciada por el presidente y su grupo cercano (quienes no entienden el peso que su imagen tiene en la sociedad mexicana), y en procurar la ventilación en espacios cerrados poco se ha insistido.

Hoy, diversos sitios ponen gel a las personas, las rocían con atomizadores y tienen tapetes con cloro, pero carecen de una adecuada ventilación, de condiciones que permitan la distancia suficiente y no exigen un correcto uso de cubrebocas. Y es que, al final, ¿De qué sirve lavarse las manos mil veces o bañar los zapatos en cloro si el que está junto a ti tiene el virus y lo puedes respirar?

La omisión de comunicar efectivamente estas medidas propicia un problema más grave; la gente, como los niños y los docentes, que han vuelto a los espacios físicos, le da una significación mayor al gel, a la toma de temperatura o a la desinfección de superficies que a las medidas que el paso del tiempo ha comprobado como las más funcionales.

Ningún esfuerzo en áreas del cuidado de la salud es despreciable, sin embargo, construirnos como una sociedad que conviva con el virus será una tarea ardua si no se ponderan mejor las formas de protección. Hay que apostar por más espacios abiertos y ventilados, donde sea seguro respirar; y por buenas mascarillas, que eviten que esos aerosoles lleguen a los demás cuando mantener la adecuada distancia no sea posible. Limpiar zapatos solo evitará contagios a aquellos que les guste lamer suelas. Pero respirar lo hacemos todos.

Construir una cultura en y para la pandemia, una nueva y necesaria cotidianeidad, requiere una correcta comunicación. Hay que mejorar los mensajes emitidos para apuntalar las medidas altamente útiles y estandarizarlas en nuestra coexistencia con el virus. En la medida que eso se logre, los riesgos, contagios y tragedias serán evitados.



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