Por: #MauricioVillanueva
Est. De Ciencias de la Comunicación #UNAM
Director de Medios #RevistaDivergencia
Las elecciones del próximo 6 de junio serán un #reto categórico para el país que no debe romantizar bajo el epíteto de «las más grandes de la historia». Ciertamente, el número de cargos públicos a elección popular será inédito, pero, en el fondo, los comicios federales representarán la potencial continuación de un #proyecto político herido en sus pilares o el bosquejo de un nuevo rumbo para México que develará el grado de madurez política de su ciudadanía.
A tres años de tomar protesta, las #contradicciones en la gestión del presidente, Andrés Manuel López Obrador, han #socavado los bastiones discursivos con los que él y su grupo político llegaron al poder en 2018. Los claroscuros de la gestión obradorista -altamente centralizada en el presidente- y el desorden que permea sus decisiones, han convertido a la precozmente autonombrada «Cuarta Transformación» en un proyecto político dotado de buenas intenciones, pero cuestionables resultados (no necesariamente malos).
Por otro lado, los #partidos que representan la potencial oposición han pasado de noche medio sexenio. Aunque lo han intentado, abrazar las causas sociales que con toda razón llevaron a López Obrador a Palacio Nacional en 2018, ha sido misión imposible para ellos. Y aunque los esfuerzos no han sido nulos, sus #discursos replican actitudes privilegiadas, paternalistas, clasistas y hasta anacrónicas que demuestran que los grupos opositores no han aprendido a luchar por algo ajeno a sus propios intereses. Ante sus limitantes, el único argumento es la apelación al descontento, a la furia y el coraje contra AMLO.
Y a falta de discurso, pragmática. Los tres otrora grandes de la #política nacional (PRI-PAN-PRD) se unieron dejando de lado no sus diferencias, sino sus empobrecidas convicciones políticas para encumbrar el discurso del sin discurso; la #alianza de lo irracional; la campaña del #poder por el poder. Si hay alguien dispuesto a votar por una alianza cuya máxima propuesta es volver a un pasado que fue idílico sólo en las apariencias, y su única motivación es el desprecio a López Obrador, tiene que entender que su sufragio no es más loable que el de aquellos que sólo «por coraje» sacaron al PRI en 2018. Eso no es #cambiar el rumbo (o recuperarlo), es seguir en la #democracia de las emociones y no en la de las razones.
La #respuesta ciudadana ante las decepcionantes opciones estelares de los comicios de junio tampoco debe ser la cómoda evasiva del «todos los políticos son iguales». Es menester del votante disponerse y revisar todas las opciones de su boleta. Pero, quizá, este adentramiento implica una #confrontación consigo mismo que incomoda, pues requiere eliminar prejuicios, desatanizar a la política y a los partidos y entender que el pluripartidismo del sistema mexicano no es un estorbo, sino una oportunidad para cimbrar sus bases a través de la introducción de nuevos y jóvenes actores mediante el voto ciudadano.
¿Son los nuevos partidos, o los que no van en coalición, o los candidatos independientes, opciones desechables cuyo único fin es #vivir del erario? En la medida en que el ciudadano no haga el esfuerzo por conocerlos si quiera, claro que lo serán. Pero es de reconocer la osadía de los #partidos o candidatos que, pudiendo ir en alianza para ganar a toda costa, optaron por defender un proyecto ideológico propio; también son merecedores, aunque sea de la curiosidad, aquellas propuestas nuevas que no se enfrascan en el ya anticuado y desdibujado umbral de la izquierda y la derecha.
La #experiencia que la última década nos ha dado debe llevarnos a entender las #elecciones de este año como un juego que ya no puede ser binario. Mal que bien, la política se ha abierto a nuevos proyectos partidistas que podrían encauzar un #cambio hacia delante. No se trata, necesariamente, de mantener o retornar; también se pueden (deben) probar cosas nuevas. La transición de 2018 trastocó estructuras, sacó las discusiones políticas de las altas esferas y mediatizó –para bien o para mal- la política como quizá nunca antes. Hoy se habla más de política –y a veces con una ligereza de espanto- pero, ¿realmente somos más políticos o todavía nos acomodamos en las prácticas apáticas de siempre?
Los #comicios del 2021 son una oportunidad para comprobar que los años no han pasado en vano. Un análisis y un verdadero #desarrollo político como sociedad requiere confrontarnos, a nosotros y a nuestras ideas. No desechar ninguna opción. Saber escuchar; saber informarse. Este año, particularmente a nivel local, existe la posibilidad y la necesidad de llevar nuestra política más allá de los dos gigantes que pugnan por empacharse de poder; hay alternativas, pero quizá México aún no está listo para esta votación.
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