Por: #RocioLopez
Lic. Relaciones Comerciales #IPN
Subdirectora Editorial en #RevistaDivergencia
Hace poco más de 3 años tuve la oportunidad de trabajar en el área de Recursos Humanos de uno de los outsourcings más grandes en el país. Diario revisaba las vacantes disponibles y tenía que buscar a los mejores candidatos para cubrir los puestos que muchas empresas solicitaban, pero no solo eso, adicionalmente tenía que capacitar a un grupo de jóvenes de entre 18 y 24 años de edad que participaban en un proyecto social piloto.
Este proyecto social piloto, consistía en brindar un curso sobre habilidades del trabajo de 6 meses a grupos de jóvenes que no estudiaban y buscaban tener sus primeras experiencias laborales.
Desde el quinto mes del curso que los jóvenes tomaban, mi trabajo era ayudarlos a hacer un currículum vitae adecuado y a prepararlos para una entrevista de trabajo exitosa. También me encargaba de vincularlos con alguna empresa por parte del outsourcing.
Sin embargo, muchos de estos jóvenes no concluyen el curso de 6 meses, que además era gratuito e incluso se les brindaba un apoyo económico para que pudieran asistir.
Platicando con ellos, me di cuenta que uno de los factores más importantes sobre su situación era la falta de apoyo en casa. Si bien es cierto que ninguna familia es perfecta y que existen muchas necesidades en los hogares de nuestro país, la falta de constancia de estos jóvenes provenía directamente de casos en los que los padres no identifican una oportunidad de desarrollo para sus hijos en el sentido de que aún cuando el curso era gratuito para ellos, preferían permanecer en un entorno social que no les favorecía.
Ahí me di cuenta que oportunidades de trabajo sí habían, las miraba con mis propios ojos todos los días en los listados de las vacantes que las empresas me hacían llegar y aunque puedo reconocer con franqueza que no eran quizá las mejores oportunidades que uno podría desear, sí eran oportunidades para crecer y demostrar las habilidades y talentos que uno puede tener. Muchas empresas (incluido el outsourcing) ofrecían cursos gratuitos de continuidad educativa o la canalización a centros de estudios.
En ese momento también entendí que lamentablemente hay muchos jóvenes que no están preocupados por una estabilidad y desarrollo, por adquirir herramientas que los ayudan a potenciar su aprendizaje y tristemente que simplemente no se dejan ayudar.
No es que culpe a estos jóvenes, porque todo esto es una cadena que nace del núcleo familiar y posteriormente se convierte en un problema social, aunado a la desigualdad en la que vivimos y en las pocas opciones que muchos jóvenes tienen para salir adelante, pero aún con todo este panorama, recordemos que la educación no solo está representada por asistir a la escuela y graduarse de una carrera profesional, sino que también implica el hecho de desarrollar capacidades intelectuales, morales y afectivas, es decir, es responsabilidad de cada uno el tomar una acción diferente para cambiar nuestro panorama y alcanzar metas que nos acerquen a una mejor calidad de vida.
Invito a contribuir positivamente en la vida de los jóvenes, de los niños, para que puedan concientizar que podemos sobresalir a mundos mejores, que hay esperanza para que se dejen ayudar y que es una decisión tomar las oportunidades que se nos presentan, no un azar.
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